martes, 29 de octubre de 2013

La vida normal





Mis consuegros, cuando ya eran abuelos, se liaron la manta a la cabeza, vendieron su piso del centro de Santa Cruz y se fueron a vivir a una finca en las montañas de Anaga. Este domingo los cazadores de la zona nos han invitado, a ellos y a nosotros, a una parranda para celebrar el fin de la temporada de caza.

La cosa fue en un pajero perfectamente equipado para eventos de este tipo: suelo de tierra y palmas por encima por si al cielo le diera por abrirse en estos comienzos del otoño. Y, dentro, grandes mesas y fogones donde comer y cocinar un montón de viandas: carnes, garbanzas, paellas enormes de perdices y conejos, tartas descomunales… Un vinito de la tierra colándose por los gaznates y luego una guitarra, un acordeón y una sandunga –ese palo que arranca música a una lata de aceite y a unas chapas-  y muchas voces para celebrar la amistad y la afición compartida. Y, por un lado, una chica se lanzaba a cantar con voz clara lo de:
“A los hombres los comparo
con los gatos mamelones
que teniendo carne en casa
salen a cazar ratones”
Y más allá otro cantaba, inventándose letras para la ocasión:
“Tengo la garganta ronca
y ya sé por qué será:
perdices que no cazamos
me dan ganas de llorar”.
No conocía a nadie de las casi 30 personas que había allí pero nos invitaron, generosos, a compartir su comida y su bebida, a cantar juntos el “yo no me caso, compadre querido” y a participar en un momento especialmente grato de su vida normal.

La vida normal. Hace poco leí una entrevista a Malala Yousafzai, la niña a la que los talibanes, robándole la infancia, tirotearon por defender la educación igualitaria. Malala ha vivido una vida atroz, entre el hambre y el desprecio a los derechos humanos. Pero a ella le gustaba ver los DVD de Betty la Fea, “pensar en otro mundo donde el mayor problema era la moda, quién viste qué ropa, qué sandalias, qué color de lápiz de labios usa tal chica…”.

La vida normal. Agatha Christie se casó con un arqueólogo, Max Mallowan, que sacó a la luz la antigua ciudad de Nimrud, la capital militar de Asiria. Pero, mientras que todo el mundo se extasía cuando en unas ruinas arqueológicas aparecen coronas, copas de oro, un sepulcro real…, para Agatha el verdadero interés es la respuesta a la pregunta “ven y dime cómo vivías”, respuesta que te llega desde el fondo de la tierra excavada: “estos eran nuestros pucheros”, “con estas agujas de hueso cosíamos nuestras ropas”, “en este pequeño pote están los cosméticos”, “este era nuestro cuarto de baño”, “aquí, en esta vasija, están los pendientes de oro de la dote de mi hija”…

Cuando echamos una mirada a los periódicos -espionajes digitales entre dirigentes, países en guerra, diásporas, viceministerios de la Suprema Felicidad Social…- , parece que hablan de otro tipo de vida, no de esta en la que uno se levanta por la mañana, se desayuna, se busca la vida, ama, sufre o ríe, va a la compra, habla con los demás y celebra lo que hay que celebrar, aunque sea en un chamizo de los montes de Anaga.

La vida normal. No hay persona en el mundo que no aspire simplemente a esto. Incluso cuando, como ayer,  haya en ella cortes de luz durante todo el día y me haya impedido, como todos los lunes, hablar con ustedes de la vida normal.




(Las fotos son de los Montes de Anaga desde la finca de mis consuegros y la sandunga, instrumento típico donde los haya. No ha entrado en la Filarmónica por un fisco)


lunes, 21 de octubre de 2013

A jecho




“A jecho” es una expresión canaria que quiere decir algo así como “sin hacer distingos, a lo que te toque”.

lunes, 14 de octubre de 2013

Canción de cuna




“Adiós, mundo cruel” cantaba Enrique Guzmán allá por los días de nuestra juventud. Y a pesar de la alegría con la que lo secundábamos y de la melodía pegadiza, es una verdad como un templo que éste es un mundo cruel. Vivimos protegidos en la isla amable de lo cotidiano, pero ahí fuera convivimos con los crímenes inexplicables, con las extorsiones al Grupo Delorean en México (esas 30 horas de pavor), con los niños robados en la cuna, con la violencia en países (Egipto, Siria, Somalia…) hechos para vivir en paz bajo el sol.

lunes, 7 de octubre de 2013

El Palo




En La Graciosa, en la Caleta del Sebo, hay un banco llamado por todos El Palo, donde se han sentado desde siempre los viejos y no tan viejos, tocados con su sombrero graciosero, a ver pasar el mundo y a hablar sobre él.

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