martes, 26 de junio de 2012

Mi momia y yo




El martes pasado nos fuimos en plan chicas –mi hija, mi hermana, mi sobrina, mi prima y yo- a oír a una de mis periodistas preferidas, Nieves Concostrina, que nos divirtió durante una hora y pico con sus “Epitafios, entre el lamento y el sarcasmo”. Para los que hemos leído sus libros y escuchado sus programas, era encontrarnos y ponerle cara a un miembro de la familia que, además, no nos defraudó: lucidez y sentido del humor a manos llenas.

martes, 19 de junio de 2012

Hágalo usted mismo




Hablaba hace poco mi compañero de blogfera, Miguel Feria, de lo orgulloso que uno se siente del “hágalo usted mismo” y de la idiota inmediatez, esa costumbre muy de hoy en día de no hacer nada que requiera tiempo, manos y paciencia. Y me hizo pensar que el desprecio del trabajo manual no es algo nuevo, sino que viene de antiguo, desde griegos y romanos que, considerándose los reyes del mambo por eso de ser animales racionales, miraban por encima del hombro a los esclavos que, en resumidas cuentas, fueron quienes, acarreando piedras con sus manos, hicieron circos, anfiteatros, vías públicas, acueductos y casas.

martes, 12 de junio de 2012

Los tapers y la crisis




Todo esto del rescate europeo (ah, no, perdón, rescate no: “línea de crédito para nuestro sistema financiero”) tendríamos que haberlo adivinado tiempo antes, concretamente desde que oímos que Rajoy se fue de puente de mayo familiar con la empanada gallega en un taper. Él no habla ni explica nada, pero hace las cosas “como Diosh manda” (aunque no sabía yo la categoría divina de Ángela Merkel). Y la cultura del taper (españolizando la palabreja) como medida frente a la crisis es algo que todas las madres –también la de Rajoy- inculcamos desde siempre a nuestra prole.

martes, 5 de junio de 2012

Tanto trajín... y total, chole




Emilia, una de mis mejores amigas de los tiempos de Colegio Mayor, siempre decía, cuando algo no respondía a sus expectativas: “Y total… chole”. Una vez que le pregunté que de dónde había sacado semejante palabra, me dijo que Chole era una tía de su novio. La tía Chole, que era soltera, sin hijos y muy rica, le pagó la carrera a su sobrino, alardeando, eso sí, siempre que podía, de su generosidad (¡Mecachis, qué buena soy!) Pero, cuando el sobrino terminó, le pasó la cuenta con todos los gastos y él tuvo que trabajar un año entero para poder saldarla.
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