martes, 2 de noviembre de 2010

Pomporrutas imperiales




Yo siempre he sido muy de himnos, qué se le va a hacer. Me encanta ese tachántachán, que anima a cuadrarse, levantar la cabeza y andar erguida cantando a grito pelado como si estuviera marchando en un desfile. Y me gustan casi todos los himnos patrióticos, desde el nacional hasta la Internacional o la Marsellesa. Nadie es perfecto.

De hecho, me enamoré de los libros de Harry Potter cuando en el primero (que mi hija me regaló nada más salir porque pensó que me interesaría aquello de “la piedra filosofal”) vociferan el Himno de Hogwarts, cada uno a su aire: “Hogwarts, Hogwarts, Hogwarts, / enséñanos algo, por favor. / Aunque seamos viejos y calvos / o jóvenes con rodillas sucias, / nuestras mentes pueden ser llenadas / con algunas materias interesantes. / Porque ahora están vacías y llenas de aire, / pulgas muertas y un poco de pelusa. / Así que enséñanos cosas que valga la pena saber, / haz que recordemos lo que olvidamos, / hazlo lo mejor que puedas, nosotros haremos el resto / y aprenderemos hasta que nuestros cerebros se consuman”. Grandioso ¿verdad? Hasta Dumbledore, el director, dice, al terminarlo, enjugándose los ojos: “¡Ah, la música! ¡Una magia más allá de todo lo que hacemos aquí!".

En mi colegio nos tupían a himnos religiosos, como el de Santo Tomás (Doctor angelical, sol de la Iglesia…), y patrióticos, como ese Montañas nevadas, banderas al viento, a cuyo compás marchábamos en las tablas de gimnasia. Era la posguerra y, en crisis continua y a falta de cosas mejores, las canciones nos hablaban de glorias pasadas, no dudando en recular hasta los Reyes Católicos (De Isabel y Fernando el espíritu impera…) o en animarnos con reivindicar imperios perdidos en la noche de los tiempos, como ese “Voy por rutas imperiales, caminando hacia Dios…”, que para nosotros pronto se convirtió en Pomporrutas imperiales.

A mi hermano y a mi primo les enseñaban, además, en el colegio el “Cara al sol”. Recuerdo una vez, caminando desde San Andrés a Las Teresitas, que iban cantándolo a todo trapo con sus voces infantiles, y una viejita que pasaba se quedó mirándolos y les dijo: “¿Cagas al sol? ¡Caga a la Luna que nadie te ve!”. A ellos y a mí, que estábamos en el periodo caca-pedo-culo-pis, nos hizo una gracia tremenda y nos partíamos de la risa.

¿Ha pasado ya la época de los himnos? Tal vez sí. Hace años me invitaron a una comida multitudinaria con mi colegio, un puchero en casa de Pedro el Cruzantero. Fue un rato estupendo porque siempre se pasa bien comiendo una buena comida y recordando viejos tiempos. Pero al final se levantaron las mayores, que eran quienes lo habían organizado todo, y a una señal, todas se pusieron a cantar el himno del colegio (uno de los pocos que no me gustan) con un entusiasmo digno de mejor causa. Lo más que recuerdo es, al mirar alrededor (a ver dónde podía meterme), ver la mirada estupefacta y la boca abierta de Pedro el Cruzantero viendo a todas aquellas señoras de 70 años o más, desgañitarse cantando que "al entrar en el colegio de las Madres Dominicas hay un letrero que dice ¡viva Santa Catalina!". No he vuelto más.

Aunque a lo mejor sí hay espacio para himnos hoy en día. Después de todo el Tenerife, que está en la cola, tiene su “Tenerife, adelante, tu coraje y tu valor no conoce rival…”, aunque esos rivales le metan goles a porrillo. Pero para mí elegiría otra clase de himno: uno, menos marcial y aguerrido, muy alejado ya de las “pomporrutas imperiales”, sin desfiles, ni clarín de trompetas.

Simplemente, tal vez sea el momento de cantar suavito en esta tibia tarde de otoño, con el único acompañamiento de la guitarra, un Himno de gratitud: Gracias a la vida, que me ha dado tanto… 

14 comentarios:

  1. Mi nunca suficientemente apreciada amiga Jane:
    Esto que cuentas de los himnos me reenvía sin acuse de recibo a un pasado ya remoto en el que yo, como tantos otros fui adoctrinado a fuerza de canciones patrióticas absurdas e himnos religiosos de dudoso gusto. Eran los tiempos del nacional-catolicismo y había que sacar pecho, engolar la voz y berrear las canciones que marcaba la doctrina oficial.
    En el primer caso recuerdo, aparte de las que tu citas, la joya de la música coral falangista dedicada a Gibraltar. Imagínate el patio del viejo Nava-La Salle de la calle Carrera. Todos los grupos de los distintos niveles en formación. Con aquellos infames pantalones cortos y ateridos por el frío del invierno lagunero a primera hora de la mañana aullando como si nos fuera la vida en ello estrofas del siguiente cariz:

    ¡Gibraltar!, ¡Gibraltar!,
    avanzada de nuestra nación.
    ¡Gibraltar!, ¡Gibraltar!,
    punta amada de todo español.

    A mi Patria le robaron,
    tierra hispana del Peñón,
    y sus rocas hoy hollaron
    con el asta de un extraño pabellón

    Pero suenan los clarines
    y se escucha ya el redoble del tambor,
    y por todos los confines
    se oye el grito de que seas español.

    Y uno en su inocencia infantil se quedaba pensando que por qué no atacábamos ese mismo día la colonia y resolvíamos el problema para siempre.

    Los otros himnos eran religiosos y tenían como objeto honrar al santo fundador y a algún que otro beato de la orden como un tal Beato Benildo cuya estampa daba miedo por la cara de cascarrabias. Al santo le cantábamos cosas como:

    ¡San Juan Bautista de la Saaaaaalle!
    Apóstol ejemplar, Siervo fiel del Señor
    Tu eficaz protección pedimos con fervor.

    Y también había un himno dedicado al colegio (Después nos enteramos que era a "todos" los colegios de La Salle) que en una especie de allegro molto vivace ma congelato per il fredo decía

    Tremolando la bandera, galopando el corazón,
    del colegio de La Salle entonemos la canción.
    La canción que vierte el alma con aliento vencedor
    y digámosle con júbilo este día: ¡Loor, salud, honor!

    Después de lo cual seguía una críptica estrofa que no entendía nadie pero que se cantaba con ánimos denodados

    De mi patria es el colegio la divisa ornamental,
    es el valle de sus lirios, el ensanche del hogar.
    El oriente de sus hijos, alborada de esplendor,
    Es el norte de esperanzas juveniles.
    ¡Loor, salud, honor!

    Sirvan estas lineas para que seamos conscientes los de nuestra generación que hemos tenido la suerte de sobrevivir a nuestra propia infancia.

    ¡Y aún hay gente que cree que en aquella época la enseñanza era mejor que la de ahora!

    Salud, amiga

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    1. Loor, salud, honor, mi dilecto Melchor:

      Bien me he reído con esos himnos sacados del baúl de los recuerdos. El de Gibraltar y su asta del extraño pabellón, no te lo querrás creer pero lo oí hace poco por la tele a una tal Karmele Marchante, que debe ser de nuestra quinta y que creo que es famosa aunque no sé por qué. Lo cantó haciendo al compás una tabla de gimnasia ¡Qué bajo han caído las reivindicaciones territoriales!

      Los de tu colegio, con el valle de sus lirios y el ensanche de su hogar, me han arrancado lágrimas del corazón (ese que galopaba). Yo prefería el Pange lingua y el Salve Regina, que tienen una música preciosa y, al ser en latín, tenía explicación que no te enteraras de las letras. En algunos himnos la música tiene un pasar pero hay letras que no tienes por dónde cogerlas.

      Un abrazo de otra superviviente.

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  2. En todos los pasos de la borrachera que se difunden por Internet o en azulejos ornamentales siempre figura, al lado de exaltación de la amistad, tuteo a la autoridad, insultos al clero o delirium tremens, el momento de cantar himnos regionales, sobre todo el "Asturias, patria querida" que, por lo arrastrado, es ideal para esos momentos en que ya se llevan bebidas unas cuantas copas.
    ¿Habrá alguna relación himnos-bebidas?

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    1. Yo creo, rotundamente, que sí. Un amigo mío, cuando está en copas, siempre vuelve a sus orígenes menorquinos y nos deleita con el Himno de Mahón, uno de los más grandes, con su juzgado de 1ª instancia y su hermosa electricidad.

      En honor de mi amigo, de Mahón y de todos los ratos buenos que hemos pasado oyendo su Himno, aquí lo tienen:

      Es Mahón

      una ciudad hermosa y galante.

      Tiene comodidades de una ciudad grande.

      Hay comercios de gran importancia,

      juzgado de 1ª instancia

      y una hermosa electricidad.

      Mahón tiene muchachas bonitas,

      hay boticas, hay cafés,

      hay teatros y buenos paseos

      y un puerto de mar al pie.

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  3. ¡Como se nota, amiga Jane, que sólo acudiste a aquella comida en Pedro el Cruzantero!. Una, que es de tu promoción, pero asiste a esas reuniones organizadas por "las mayores" hace más de treinta años, da fe de que ese himno no ha dejado de cantarse, nunca, al principio, en medio o al final, de esas buenas comilonas. Y, a veces, según estén de entusiasmadas "las mayores",
    más de una vez; pero, como me lo paso tan bien con las de nuestra quinta, no hay himno colegial que se precie, que me impida asistir siempre que pueda. Y sólo he dejado de hacerlo una vez .
    A mí, como a ti, me encantan los himnos y, en especial, los que suenan en las grandes competiciones deportivas, o sea, los nacionales, y, a fuerza de oír los más repetidos: EE.UU., Rusia, Francia, Alemania, Italia, Inglaterra... casi me sé la melodía de todos ellos. Con China o Japón, que también se oyen mucho, ya me voy atreviendo.
    Sólo en una ocasión, oí el español plantada en medio de una pista deportiva, formando parte de un equipo, y te aseguro que es una sensación única e inolvidable. Desde entonces, entiendo el nudo en la garganta y las lágrimas en los ojos de todos los que escuchan el de su país, subidos en un podio. Salvo que se sea, por ejemplo, un Alonso, un Nadal o un Lorenzo, que ganan tantas veces y están tan acostumbrados a oírlo, que me imagino que ya no les conmoverá de una forma tan especial como la primera vez.
    Para despedirme, recordarte que cantábamos el Cara al sol tanto como el Montañas nevadas, en la mayoría de las tablas de gimnasia y demás manifestaciones deportivas, que hacíamos en aquel precioso patio de los laureles.
    ¡Ah! y cuánto os admiro, a ti y a Melchor, por ser capaces de acordarse de todas esas letras...

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    1. A mí me ha pasado lo mismo que a ti. Bueno, no lo de subir al podio, que eso se queda para las grandes deportistas como tú, sino lo de emocionarme ante un himno y ante la cara de algunos deportistas cuando suena. El tachántachán hace vibrar cuerdas sensibles. Y no te digo cuando estoy en el extranjero y suena algo canario. Ya dije en el post "Lluevo" que soy de natural llorón.

      Y no creas que tengo tanta memoria. Por ejemplo, del "Cara al sol" no recuerdo sino una versión apócrifa que decía "Cara al sol me estoy poniendo neeegra..." y no que nos la enseñaran también en el colegio.

      Ahora, eso sí, aunque quiero mucho a las niñas del colegio, antes muerta que cantar lo de Santa Catalina otra vez. Quita, quita...

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  4. Yo, al contrario, no soy nada de himnos, ni de banderas, ni de símbolos en general, cuando era joven... pero muy-muy joven.... un poco más.

    Aunque el de Harry Potter me ha gustado bastante.

    En mi colegio había dos: Uno en francés, que nadie sabía cantar, no solo por nuestros macarrónicos acentos, sino porque tenía unas notas altas que no llegaba nadie, y otro en español que era criminal.

    Encima decía algo de "abierta y pura" y las niñas venga a darnos codazos "abierta, ha dicho abierta".

    Aunque a cambió diré que me hicieron aprenderme también "Gracias a la vida" que incluso medio recuerdo:

    "perfecto distingo, negro de lo blanco y en las multitudes al hombre que amo" que una monja nos hizo cambiar por "al amigo amado" o algo así.

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    1. Está claro que, aunque soy muy de himnos, no me gustan todos los himnos. Las letras de algunos, como señala Melchor, nos sonaban a chino a quienes todas las mañanas las entonábamos con entusiamo y brío, como nos pasó con las "pomporrutas", cuya letra realmente sólo comprendí años más tarde. Como también le pasó a una amiga mía que, en la de "El 13 de mayo la Virgen María bajó de los cielos a Cova de Iría", como quiera que a ella lo de "Cova de Iría" no le sonaba a nada, lo arregló con "bajó de los cielos por la tubería", que ella lo encontraba más factible.

      "Gracias a la vida" es una canción preciosa de Violeta Parra, y la estrofa a la que aludes dice:

      Gracias a la vida, que me ha dado tanto.

      Me dio dos luceros que, cuando los abro,

      perfecto distingo lo negro del blanco,

      y en el alto cielo su fondo estrellado

      y en las multitudes al hombre que yo amo.

      (¿Qué diferencia encontrarían las monjas entre "amigo amado" y "el hombre que yo amo" para censurar éste y preferir aquel? Misterios de la vida...) En la canción siguen 5 estrofas más y la última dice:

      Gracias a la vida, que me ha dado tanto.

      Me ha dado la risa y me ha dado el llanto.

      Así yo distingo dicha de quebranto,

      los dos materiales que forman mi canto,

      y el canto de ustedes que es el mismo canto,

      y el canto de todos, que es mi propio canto.

      Oí que la declaraban la canción más bonita, y bien podría ser un himno universal

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  5. Pues a mi de pequeña me enseñaron "el cara al sol" y me parecía precioso...años más tarde descubrí que no se podía cantar, que te llamaban cosas muy feas. La verdad es que me sigue gustando, pero sin connotaciones políticas de ningún tipo; es decir, quitándole la razón de ser al himno y dejándolo en canción.

    "Gracias a la vida" es preciosa, y hay que tener muchos arrestos para pensarlo según pasan los años...lo fácil es pensar que todo es una m... yo los tacos al estilo Jomeini ;)

    Besos Jane

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    1. Hola, Camino.
      Creo que se es más consciente de dar gracias a la vida según van pasando los años, cuando empiezas a repasar y te das cuenta de que, con todo, la vida merece la pena de ser vivida. Bertrand Russell, en su "Autobiografía", ya cerca de los 90, al final dice: "Esta ha sido mi vida. La he hallado digna de vivirse, y con gusto volvería a vivirla si se me ofreciese la oportunidad". Creo que muchos suscribiríamos esa frase sin vacilar.

      Un beso.

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  6. En el comentario de hace unos días no quise extenderme pero me faltaron otros himnos que, digamos, han jalonado mi existencia. El primero es el que cantábamos en la mili insuflados de lo que decía la primera estrofa:
    Ardor guerrero vibre en nuestras voces
    y de amor patrio henchido el corazón
    entonemos el himno Sacrosanto
    del deber, de la Patria y del Honor ¡Honorrrrrr!
    Aunque en realidad los cánticos que con más frecuencia y entusiamo entonábamos eran los que se referían a las partes pudendas de una tal Loles que tenía un novio hortelano y cultivaba coles.
    Pero es que en aquellos años de los estertores del franquismo algunos tenían la esperanza de que se cumplera lo de que
    El esplendor de gloria de otros días
    tu celestial figura ha de envolver
    que aún te queda la fiel Infantería
    que, por saber morir, sabe vencer.
    Si se suponía que la fiel infantería éramos nosotros lo tenían claro.
    Esos años coincidieron con los de la Universidad ¡Ay, el Alma Mater! y allí, como no podía ser menos, nos recibían cantando en latín. Como dírían Marito y Cafrune "era sensible escuchar" a una tropa de vejestorios (así nos lo parecían) cantando con voz trémula
    Gaudeamus igitur,
    iuvenes dum sumus.
    Y uno pensaba que si aquellos eran los jóvenes como serían los viejos.
    Además nunca se cantaba la estrofa que dice:
    Vivant omnes virgines,
    faciles, formosae
    vivant et mulieres
    tenerae, amabiles
    bonae, laboriosae.
    Y eso que en aquella época no había nada políticamente incorrecto (ni correcto, claro)
    Creo que el último que he cantado ha sido La Internacional pero, querida amiga, hace ya muchos años que me quité de himnos, aunque últimamente tarareo mucho el viejo cántico anarquista ¡A las barricadas! porque uno va teniendo una edad en la que se puede permitir hacer lo que le dé la gana.
    Salud, amiga.

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    1. Se ve que nuestros tiempos eran pro-himnos sacrosantos. En este fin de semana graciosero, fuimos con unos amigos austriacos y a ellos también les gustan los himnos. Claro que el de Austria y el de su región, Burgenland, son de Haydn, y así ya se puede.

      Una noche, que estuvimos de cánticos, uno de los amigos marineros que tenemos allí, nos cantó una salve marinera, un himno que aprendió en la mili, algo así como "Salve, estrella de los mares, de los mares iris de eterna ventura..." Creo que los himnos tocan alguna fibra sensible porque, a pesar de todo, se resisten a desaparecer.

      A mí me encanta el "Gaudeamus" y, cuando lo cantábamos a fin de curso todos puestos en pie, más de un ojo brillante se veía (los míos incluidos). Ahora, eso sí, esa estrofa de las mulieres es verdad que no la oí jamás.

      Salud, y brindemos con un himno de vino que haberlos, haylos.

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  7. Ejem, ejem, reconozco que de memoria no me la sé, pero de todas las que aprendí es la que más recuerdo (porque era la mejor, quizá).

    No sé si decían "el amigo amado" o "el amigo que viene conmigo a misa a tocar la guitarra", pero me acuerdo que el pobre chico se quedaba con aquello de "te veo como amigo", y además, no pegaba ya la letra, ea!

    bss

    pd. Sí, la letra es preciosa

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    1. Por lo menos es mucho más bonita que muchas de las letras de himnos militares, religiosos, futbolísticos, patrióticos, bélicos... Hay himnos de naciones, regiones, ciudades, pueblos y barrios. Qué afición tenemos ¿verdad? Incluso encontré en una de las revistas de palomas de mi marido el Himno del Grupo Colombófilo Gomera que dice tal que así:

      Son muchos años

      que mis palomas

      llevan nobleza

      a mi palomar.

      Siento el orgullo

      de ser su amigo.

      Es mi afición

      verlas volar.

      Y cuando vuele

      yo al más allá

      que me acompañen

      a la eternidad.

      Te puse sólo el final porque es bastante largo. También suprimo los comentarios que le hice a mi marido cuando leí eso de que se va a ir a la eternidad con sus palomas y lo de la nobleza que las palomas le aportan.

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