Hace 4 años di esta receta como regalo de nochebuena. 4 años más tarde, aunque seguimos, erre que erre, con los mismos menús, hay algunas variaciones, por aquello de la creatividad. Al cordero le pongo por encima unos cascos de cebolla, un poco de aceite caliente y, en lugar de agua, le pongo caldo. Pero lo mejor es que en estos 4 años nos hemos hecho un horno de leña en el patio. De todas formas, está muy bueno.
Nosotros, mi familia y mis amigos, somos animales de costumbres y siempre
repetimos las mismas comidas en estas fiestas: pata de cerdo en nochebuena, pavo
el día de navidad y cordero en fin de año. Mira que alguna vez nos ha dado por
otras veleidades pero no hay manera, volvemos a lo de siempre, como las muñecas
de Famosa hacia el portal.
En nochebuena la pata la hace mi cuñado en el horno de leña. Él compra en
agosto un cochino que unos amigos alimentan y cuidan en La Esperanza como si
fuera un hijo. En estas fechas se termina el amor filial y a mi cuñado le toca
una pata. Pero ¡qué pata!. Aparte de que comemos esa noche todos (los veinte y
pico que somos), le sobra para llevar al día siguiente a casa de sus hermanos,
que son otro veinte y pico. Y cuando la pruebas, después de haber estado todo el
día 24 en aquel horno, chup chup, asándose a fuego lento, es que se te saltan
las lágrimas (y no precisamente por la muerte del pobre cochino).
El día de navidad, que somos muchos menos, el pavo lo hago yo, relleno de
uvas y manzanas, y es algo mucho más suavito después del atracón nocturno.
La nochevieja la pasamos con los amigos, dividiéndonos los platos, y a
nosotros nos toca el cordero. Todos los años propongo otras formas de hacerlo
pero terminamos por votación popular con la receta de siempre. Somos así de
tradicionales, qué le vamos a hacer.
Yo tengo una tía abuela que cocinaba como los ángeles. Según ella, la cocina
le salvó la vida después de enviudar joven. Además, era generosa y nos hacía en
navidades a cada uno de los dieciseis sobrinos y sobrinos nietos un queque
(todos distintos) y una botella de licor, también siempre distinto: de naranja,
de leche, de café… Pero eso sí, no daba una receta ni que la mataran. A mí (me
llamo como ella y siempre nos hemos querido mucho) accedió a darme, a escondidas
y en voz baja, tal como si fuera un secreto de estado, la receta del licor de
café y la de un queque. Pero algún truco se calló porque no me salen como a
ella. Ahora tiene 95 años y, aunque todos recordamos su ternura, su alegría y
sus increíbles platos, ella no se acuerda ni de nosotros ni de recetas ni de
nada.
Por eso, siempre doy las recetas de todos los platos que me salen bien. Mi
hija incluso hizo con ellas una recopilación, que tituló “Cocina chupada para
chuparse los dedos” y que regaló a mi hijo cuando voló de casa y a todas las
amigas que también se han ido independizando de la casa materna.
Así que, por si a alguno le apetece y como regalo de navidad, ahí va este
“Cordero de nochevieja a la jubilada”:
Para 8 personas compro 3 patas y 2 paletillas de cordero recental. Le digo a
mi marido que lo limpie bien de grasa, que uno ya tiene su edad y hay que
cuidarse. Lo lavo y lo seco.
Hago entonces un majado con ajo, perejil, hierbahuerto, orégano, romero,
tomillo, nuez moscada, laurel, sal, aceite y limón. ¿Las medidas? Más o menos un
poquito por pieza. En ese adobo tengo el cordero desde la mañana del 31.
Luego se pone todo al horno con un vaso de agua y un vaso grande de vino
blanco. Es también importante (no me pregunten por qué), cuando está dorado por
una parte, sacarlo completamente del horno y darle la vuelta fuera. Se saca
cuando está ya enteramente dorado y separada un poco la carne del hueso, y se
sirve con una ensalada ligera (o con lo que se quiera, qué demonios, que para
eso estamos en nochevieja).
Me imagino que, si siempre lo piden, es porque, aparte de que somos fans del
“vuelve a casa, vuelve…”, también está muy bueno. Si se animan a hacerlo,
tómense acompañándolo una copa de buen vino a mi salud. Feliz navidad.