lunes, 13 de octubre de 2008

Coser y cantar




4 años después sigo sintiéndome incapaz de hacer una maravilla como la de la foto. Eso sí, los botones los coso como una profesional...

Palabra de honor que he tenido a veces curiosidad por el patchwork, ya saben, esa labor de hacer mantas y cojines con telas de distintos colores. En mi casa había una colcha de esas, supongo que hecha para no tirar retales que sobraban, y, por lo cariñosa que era, nos peleábamos para abrigarnos con ella en algunas tardes de invierno. También una vez leí un libro delicioso de Whitney Otto, mal traducido como “Coser y cantar” (porque el título original era “How to make an American quilt”), que hablaba de mujeres que cosían tapices hechos con trozos de telas que, a su vez, se relacionaban con retales de sus propias vidas. Y hace años, cuando se usaban los pantalones de campana “pata de elefante”, tuve unos con diferentes tonos de azul tan bonitos que, al jubilarlos (a ellos también), dividí en cuadrados por si alguna vez tenía tiempo y ganas y hacía una colcha como la de mi casa. Así que el tema era de los que me rondaban y parecía que ahora ya había llegado el momento de ponerlo en práctica. Ya me veía cubriendo todas las camas de la casa con colchas preciosas y regalando a los amigos maravillosos cojines en todos los cumpleaños.
Bien es verdad que soy una nulidad cosiendo. Siempre cuento que mi hija con 6 años, una vez que la maestra les dijo en clase que su madre podía coserles un disfraz, levantó la mano y dijo tajante: “Mi madre no sabe coser sino botones”, lo cual era la pura verdad. Pero también pienso que poniendo buena voluntad…
El caso es que empecé documentándome. Tengo una amiga que ha hecho toda una filosofía sobre el patchwork y que me dejó un libro para que fuera cogiéndole el tranquillo. Según ella, la cosa era facilísima. Pero si les digo que el libro tenía más de 200 páginas y que las instrucciones para hacer una mantita de nada eran como las de la caja de cambios del Ford Lotus (como decía Felipe el de Mafalda), no les engaño. 
De todas formas, bastante desanimada pero todavía resuelta, fui a “El rincón del patchwork” en Santa Cruz para comprar un ejemplar y estudiar la técnica vis a vis. Pero sabrán que las labores de patchwork no se venden así como así y que, si se venden, valen lo que el último Van Gogh recién descubierto, cosa que me parece lógica porque, después de leerme el libro de instrucciones, yo tardaría el resto de mi vida en hacer una labor de esas y no me separarían de ella ni con un tractor. 
Así que decididamente, mal que les pese a mis amigos, voy a seguir absteniéndome del coser y mejor me quedo con lo de cantar, que eso, como dije en el último post, sí que se me da bien.

3 comentarios:

  1. Hola es una maravilla las labores me gustaría empezar hacer algo pero no se lo que en realidad tengo que comprar

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  2. hola:si es ta amable y me dice que es lo que necesito para comprar los materiales empezar por un cojin

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  3. Ay, Juani, a buen palo te arrimaste. Si lees atentamente lo que digo en este post, no tengo ni idea de coser y menos de hacer una labor de patchwork, que para mí es lo más difícil del mundo. Lo más que te podría aconsejar es que tuvieras aguja y dedal.
    Tengo una prima que hace preciosidades y lo que hizo fue apuntarse a una academia de patchwork. Allí te enseñarían. Anímate.

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