Quien me iba a decir a mí cuando escribí esta entrada hace 4 años que hoy las finanzas de los jubilados iban a ser un problema y que sobrar, no sobra nada...
En el vestíbulo de la Casa Botines de Gaudí en León hay una escultura de bronce que se llama “La jubilada”. Es un busto de una mujer sin cabeza que está contando cuidadosamente el dinero que tiene en un monedero. Por supuesto, nada más verlo me hice una foto poniendo mi cabeza allí donde a ella le faltaba. Mientras miro la foto, pienso que toda jubilada que se precie tiene que administrar bien sus finanzas y planificar sus inversiones. Pero cuando miro a mi alrededor para ver cómo lo hacen los demás, veo que la mayoría se gasta el dinero que les sobra, cuando les sobra, en loterías, bono-lotos, ciegos, quinielas y otras inversiones de este tipo. El problema es que no creo tener aptitudes para desarrollar por esa vía mi carrera financiera.
Yo no niego que también hay en mi familia un gen ludópata bastante desarrollado. A mi abuela la conocían por su nombre todos los ciegos desde la Recova de Santa Cruz al barrio del Toscal, donde vivíamos; mi madre hizo una respetable colección de billetes de lotería, que yo heredé (¿alguien quiere una respetable colección de billetes de lotería?); y mi padre pasó toda su vida sin dejar de jugar ni una sola semana a las quinielas. La única vez que ganó algo, recuerdo que se lo gastó en invitar a toda la familia (bien es verdad que eramos unos cuarenta) a comer en el Puertito de Güimar.
Tampoco niego que compro lotería de Navidad (poca) y que siempre me emociona la cantinela de los niños de San Ildefonso el 22 de diciembre, pero creo que soy la única persona de las que conozco que, cuando me saco el reintegro, no lo invierto en la Lotería del Niño, sino que me lo gasto en tomarme un buen aperitivo. Además, también me acuerdo de la novela de Stephan Zweig, “Veinticuatro horas en la vida de una mujer”, donde hace un soberbio retrato de la tensión, angustia y desesperación que se encierran en las manos de un jugador del casino, y, la verdad, quiero tener una vejez tranquilita. En fin, he hecho la cuenta de lo que he ganado en un año de no jugar a nada y creo que con eso puedo orientar mi carrera financiera hacia otra línea de inversiones. ¿Las rebajas, tal vez?.
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